Articulos sobre el coraje y sobre la esperanza

A continuación se presenta una serie de artículos sobre el manejo del coraje y uno acerca de la esperanza, los cuales fueron publicados por los periódicos El Norte y Todo Carolina.                                               


                                                  Hacia un Manejo Adecuado y Efectivo del Coraje
“Las personas que combaten el fuego con fuego terminan usualmente con cenizas”.
-Abigail Van Buren

Por Antonio Romero Torres, M.A.

El conflicto entre las personas es una experiencia característica de la naturaleza humana. Sin embargo, a pesar de los milenios que la humanidad lleva de “civilización”, no ha conseguido utilizar con la frecuencia y constancia necesarias, mecanismos que eviten definitivamente el desemboque de los conflictos en agresión y violencia.  Es cierto que muchos individuos intentan lograr sus metas o defender su dignidad manteniendo una actitud de respeto y valoración de la dignidad y necesidades de los demás.  Pero no es menos cierto que también numerosas personas atropellan a los otros sin consideración alguna para alcanzar sus fines y explotan en furia tan pronto sienten que son ofendidos o que les llevan la contraria.

Los medios informativos cotidianamente exponen toda clase de manifestaciones negativas de los conflictos humanos.  Así desfilan ante el público los últimos bombardeos en las guerras que nos plagan, las garatas irrespetuosas y agresivas entre los políticos y los más recientes casos de abuso o asesinato de niños, mujeres y ancianos.  El bien intencionado anuncio de radio y televisión pregunta, “¿Qué nos pasa Puerto Rico?”  Y yo le pregunto a los lectores, ¿Qué nos pasa gente?  ¿Por qué se nos dificulta tanto enfrentar los conflictos racional y constructivamente?  Aunque la respuesta a estas interrogantes es muy compleja, cualquier esfuerzo por contestarla debe incluir, como factor muy relevante, una reflexión seria sobre el manejo del coraje, esa emoción tan difícil de manejar y que de ordinario se suscita ante los conflictos interpersonales.

En el proceso de resolver nuestras diferencias con otros individuos, no es raro que nos molestemos si de algún modo nos sentimos frustrados o heridos.  Como tenemos diferencias con muchas de las personas con las que nos relacionamos, en mayor o menor frecuencia entramos en conflicto y sentimos coraje con ellas.  Es natural que experimentemos esa emoción no solamente con la gente que no conocemos bien sino también con la que amamos, como nuestros progenitores, cónyuges, hijos, familiares y amistades.  Lo que resulta preocupante es ver la forma en que nuestras relaciones más preciadas se deterioran porque no manejamos adecuadamente nuestro coraje.  “Solucionamos” los conflictos con los seres queridos pisoteándolos, maltratándolos, permitiéndoles humillaciones y agresiones, amargándoles la existencia y hasta terminando con sus vidas.  Por eso, se hace urgente que aprendamos a lidiar más constructivamente con el coraje.

Basándome en mi experiencia de tratamiento a pacientes con problemas en el control del coraje, he redactado este artículo, el primero de una serie dirigida a orientar los lectores a encaminarse hacia un manejo adecuado y efectivo del coraje, que le permita enfrentar airosamente sus conflictos interpersonales.

Para superar o mejorar el modo en que se lidia con el coraje es muy importante tener presente que el proceso suele ser difícil ya que conlleva la modificación de ideas, actitudes y conductas muy arraigadas en el individuo.  Su éxito en este esfuerzo requiere la práctica continua de las técnicas que discutiremos y la persistencia en ellas, aun cuando ocasionalmente (muy a menudo al principio) recaiga en los patrones inefectivos acostumbrados.  Además, es altamente recomendable que la persona, tomando como guía la orientación que ofreceremos en esta serie de artículos, separe tiempo diariamente para revisar en su mente las situaciones vividas durante el día, en las que haya sentido coraje o entrado en conflicto con alguien.

Procedemos ahora a examinar ciertas ideas, creencias y actitudes, que inducen al manejo inapropiado del coraje.  Una de ellas es la idea de que hay que resolver la situación conflictiva inmediatamente y en el lugar donde ocurre.  Sobre todo al inicio, mientras los estilos inadecuados son todavía muy fuertes, es aconsejable que usted trate de posponer la respuesta. Como se hace en los deportes cuando las cosas están saliendo mal, hay que tomarse un “tiempo pedido” (time-out), para examinar y evaluar con calma la situación.  Esto se puede lograr diciéndole a la otra persona alguna razón que justifique posponer la discusión.  Por ejemplo, indicarle que usted no ha tenido un buen día y que no está en el estado de ánimo para atender su reclamo o reacción, por lo que prefiere discutir el asunto en una fecha posterior, la cual se debe especificar.  A veces basta con unos minutos para controlar su coraje y bregar con más calma el conflicto.  En casos así puede excusarse por unos momentos para ir al baño o para hacer una llamada impostergable de la cual se ha recordado súbitamente o atender cualquier otra situación que se le ocurra.
El "tiempo pedido" puede ser crucial para resolver exitosamente el conflicto y evitar que degenere en agresión, sumisión humillante o acumulación de resentimiento.  De aquí que sea primordial saber aprovechar ese tiempo.  En nuestro próximo artículo trataremos este asunto y continuaremos con nuestra orientación sobre el manejo del coraje.

                                                Hacia un Manejo Adecuado y Efectivo del Coraje-II

“La ira revienta la lámpara de la mente.  Al examinar un asunto grande e importante, todos debieran estar serenos, con el pulso tranquilo y calmados.
Ingersoll

Por Antonio Romero Torres, M.A.

En el primer artículo de esta serie, se plantea que las personas experimentan graves dificultades para enfrentar los conflictos de manera constructiva y efectiva, primordialmente, porque no controlan de forma adecuada el coraje.  Por consiguiente, aprender a lidiar mejor con esta emoción puede aumentar las probabilidades de éxito en la solución de conflictos.  El objetivo de estos artículos es ayudar al lector en sus esfuerzos por manejar el coraje con mayor efectividad.  La orientación comienza exhortando a corregir la idea de que hay que resolver una situación antagónica inmediatamente y en el lugar donde ocurre.  Al contrario, en muchas ocasiones es recomendable tratar de posponer la respuesta o trabajar el conflicto en otro sitio. Para aplazar la reacción se sugiere la técnica del “time out” o tiempo pedido que a su vez sirve para procesar mejor el coraje y resolver el conflicto.  Precisamente, continuaremos la exposición explicando lo que se puede hacer para que la técnica sea productiva.

Imaginemos la situación de una esposa que sorpresivamente ve a su marido tomándole las manos a su ex esposa y luego se despide de ella abrazándola.  Rauda y veloz… y furiosa, la esposa se aproxima al esposo, acusándolo, con palabras soeces, de traidor e infiel.  Este, ofendido, le responde, en un lenguaje no más bonito que el de ella, que si no le gusta lo que él hizo, eso no es problema de él sino de ella y que haga lo que le venga en gana.  Para explicar el uso provechoso de la técnica del tiempo pedido, tomaremos como ejemplo las acciones de la esposa, aunque los pasos que sugeriremos son aplicables igualmente a la conducta del esposo.

Lo primero es intentar TRANQUILIZARSE.  En la situación expuesta, la esposa puede lograrlo haciendo varias inhalaciones profundas y exhalaciones extensas de aire mientras se dice a sí misma palabras como “tranquilízate, cálmate, vas a bregar esto con control y dignidad”.  A la vez que continúa con las respiraciones profundas y extensas, el segundo paso a seguir es identificar lo que siente adicional al coraje. “¿Además de furiosa que más siento?  Me siento también herida, celosa, dolida, atónita y confundida”.  El ejercicio de identificar emociones adicionales, de por sí, suele reducir la intensidad del coraje y permite decidir más adelante el modo más razonable de manejar los sentimientos involucrados.

Tan pronto ha identificado lo que siente además del coraje, puede proceder a reexaminar las circunstancias, teniendo en mente que la primera impresión de una situación puede ser totalmente, o en parte, incorrecta, desacertada o imprecisa.  Es frecuente olvidar que “las apariencias engañan” y que se puede malinterpretar lo que se percibe.  ¿Quién no ha tenido la ilusión óptica, en un día muy soleado y caluroso, de ver a lo lejos en el pavimento agua inexistente?  ¿Ha confundido el lector alguna vez el maullido de un gato con el llanto de un bebé?  La realidad es más compleja de lo que los sentidos pueden captar.  Es difícil conocer imparcialmente la verdad completa de una situación.  Por lo general, cada persona sólo ve un lado de las situaciones: el suyo.

Para acercarse a la verdad lo más que ella pueda, la esposa del ejemplo puede revisar la situación, como cuando se rebobina un videodisco y se vuelve a ver una escena, fijándose, con la mayor imparcialidad que le sea posible, en lo que percibió y en lo que no percibió al inicio, considerando ahora otras explicaciones o interpretaciones posibles sobre lo que vio.  Así, debe notar nuevamente la manera en que se cogían las manos, se abrazaban y se miraban su esposo y la ex esposa.  Debe observar si hubo detalles u otro comportamiento de ellos o entre ellos del que ella no se hubiera percatado, y hacerse preguntas como, “¿se dijeron algo que no pude escuchar y que pudiera ser importante para modificar mi interpretación de la situación?  ¿Le habrá ocurrido algo a la ex esposa que la llevara a acudir de emergencia a mi esposo?  Lo que hicieron, ¿fue en realidad conducta de dos enamorados?”

En esta etapa del proceso, es probable que la esposa esté mucho más calmada y lista para el siguiente paso: reexaminar sus sentimientos y su interpretación inicial de la situación.  Es posible que ya se sienta distinta o con menos ira y que haya modificado su interpretación o, al menos, que no la dé ya como completamente acertada.  La revisión del incidente junto a este examen actual de emociones e interpretaciones le servirán de base para el último paso del tiempo pedido: tomar un curso de acción razonado que le permita resolver efectiva y constructivamente las emociones y la situación de conflicto.  Con mucha frecuencia la primera acción a seguir es obtener más información.  No es raro que un conflicto se disipe o resuelva con sólo conseguir datos adicionales y aclarar los que se tiene.  Pero como es común partir de la idea de que la primera impresión de una situación es totalmente correcta, acertada y precisa, es fácil pasar por alto el proceso de indagación y verificación, reaccionando antes de tiempo.

Si bien es cierto que a veces conviene aplazar el manejo de una situación antagónica, no es menos cierto que hay momentos en que lo prudente es dilucidarla en un lugar distinto a donde acontece.  Como criterio general para el cambio de lugar, sugerimos determinar si el nuevo sitio facilita que tanto usted como el otro individuo canalicen mejor su coraje y resuelvan favorablemente el conflicto.  Si así lo determina, pídale a la persona que le acompañe a otra área del escenario en que se da el incidente o a otro lugar en sí.  Pueden acordar ir a un sitio de mayor privacidad o uno en que haya más gente; un lugar al aire libre o uno cerrado; etcétera.  La esposa del ejemplo pudo haber confrontado al esposo en la casa en vez de donde lo vio con la ex esposa.

En el siguiente artículo de la serie seguiremos analizando ideas y actitudes que propician el manejo inapropiado del coraje y presentaremos otras técnicas para mejorarlo.

                                                 Hacia un Manejo Adecuado y Efectivo del Coraje-III

“Muestra un poco de tu coraje todos los días en lugar de mostrar mucho en un solo día.
Anónimo

Por Antonio Romero Torres, M.A.

En los dos artículos anteriores establecimos la importancia de aprender un mejor manejo del coraje para incrementar las probabilidades de éxito en la solución de conflictos.  La recomendación inicial discutida para el logro de ese objetivo fue tratar de posponer la respuesta ante una situación conflictiva o trabajar el conflicto en otro sitio.  Se explicó la técnica del “time out” o tiempo pedido, cuya utilidad radica en permitirle al individuo aplazar su reacción a la vez que procesa más racionalmente su ira, preparándose de ese modo para lidiar con el problema posteriormente.  Como criterio general para decidir si se intenta resolver una pugna en un lugar distinto a donde se origina, se sugirió optar por el sitio alterno si facilita que tanto usted como la otra persona canalicen mejor su enojo y resuelvan favorablemente el conflicto.  En el presente artículo discutiremos algunas creencias equivocadas o mitos sobre el coraje que provocan un manejo inadecuado de esta emoción.

El coraje suele producir en la gente mucha confusión interna.  Algunas personas expresan su ira y luego se sienten culpables.  Otras la suprimen porque no quieren hacer sentir mal a los demás.  Hay también individuos que tienen dificultad para exteriorizar su enojo y se molestan consigo mismo por no hacerlo.  La inquietud interior de estos seres humanos y sus dificultades al luchar con su coraje responden en parte a creencias equivocadas sobre esta emoción que han aprendido mediante influencias de la familia y la sociedad.  Es importante entonces rectificar estos mitos para propiciar un manejo constructivo del coraje con el que las personas se sientan satisfechas.

Existe la creencia generalizada de que el estado de ira es uno anormal, una desviación de la placidez normal de la vida, cuando en realidad el coraje es una de las emociones humanas naturales y cotidianas como la alegría y la tristeza.  La persona que goza de un estado emocional sano experimenta un flujo continuo y cambiante de emociones, y el coraje es una de ellas.  Es una respuesta común ante la amenaza de daño, o daño en sí, físico o psicológico.  Por lo tanto, forma parte de los mecanismos de sobrevivencia del ser humano.  Si cuando sentimos molestia o enojo lo encauzamos adecuadamente, se disipa, pero si no, puede volverse mayor y más difícil de manejar.

¿Quién no recuerda haber sido regañado en su niñez con expresiones como, “los niños buenos no hacen eso”, cuando mostraba coraje?  Son muchas las personas que, de ésta y otras formas, aprendieron a mantener el exterior de “nenas buenas” aunque hirvieran de molestia por dentro.  Esta pauta en la crianza refleja el mito muy corriente de que el coraje es malo y por eso debemos suprimirlo todo el tiempo.  Uno de los problemas principales que puede conllevar esta supresión indiscriminada de la ira es que se aprenda a su vez a ahogar la manifestación de cualquier emoción intensa.  El individuo puede inadvertidamente aprender que también está mal externalizar el dolor, el afecto, la ternura y las demás emociones.  La realidad es que comunicar a los otros lo que se siente, incluyendo enojo, propicia que las relaciones sean más estrechas y profundas.

Probablemente sean muchos los que en este punto estén pensando que esta aseveración puede ser cierta respecto a otras emociones, pero no en cuanto a la ira.  Los que así piensan no están muy lejos de la verdad, ya que son muchas las personas que se “enchisman” y se distancian cuando algún ser querido le manifiesta molestia hacia ellas.  Lo que ocurre es que al creer en el mito de que el amor y el coraje no mezclan, interpretan como desamor el coraje que el otro les expresa.  El hecho es que nadie es perfecto.  Los seres amados harán cosas que el otro halle enojosas.  Enojo que es importante aclarar, precisamente para que la relación se mantenga y mejore.  Si no se saca a la luz para resolverlo, el coraje y el resentimiento pueden incrementarse dentro del que suprime su molestia, desembocando contraproducentemente en el apagamiento del amor y el deterioro de la relación que se quería cuidar.

En mi práctica clínica con clientes que tienen problemas de manejo del coraje, he visto individuos que han terminado divorciándose porque han dejado de amar a su pareja, sin haber tenido confrontación alguna de coraje con ella a través de toda su relación marital.  Ha sido durante del proceso de informarle su decisión de divorcio, que le han dejado saber a su cónyuge las cosas que le desagradaban.  En estos casos es común que, cuando se entera de la decisión de divorcio, el otro cónyuge reacciona sorprendido y atónito.  Peor aún, se siente engañado y defraudado porque su pareja nunca le dejó saber las cosas que le disgustaban de él, negándole la oportunidad de modificarlo a tiempo.

La supresión exagerada del coraje, a menudo juega un rol significativo también en los individuos que cada vez que expresan su ira lo hacen de modo explosivo, profiriendo insultos y, a veces, hasta agrediendo físicamente al otro.  Con frecuencia, estas personas indican que prefieren tragarse el coraje y dejar pasar la situación, para que no les “salga el monstruo”.  No se dan cuenta de que son prisioneros de un círculo vicioso en el cual la ira irresuelta que acumulan sobrecarga sus reacciones de coraje, llevándoles a los episodios de explosión, los cuales siguen convenciéndoles de que deben inhibir el enojo.  No quieren herir a los demás ni lesionar la relación con ellos y terminan haciéndolo de un modo dramático.

En el próximo artículo de la serie se discutirá una aclaración muy importante acerca de la supresión de la ira y se continuará la presentación sobre los mitos del coraje.

                                                   Hacia un Manejo Adecuado y Efectivo del Coraje-IV

"La tolerancia implica un respeto por la otra persona, no porque esté mal o ni siquiera porque esté bien, sino porque es humana."
John Cogley Commonweal

Por Antonio Romero Torres, M.A.

El propósito de esta serie de artículos ha sido ofrecer orientación a los lectores sobre un manejo del coraje que aumente sus probabilidades de tener éxito en la solución de conflictos.  En vías de conseguir esa meta se presentó la técnica del “time-out” o tiempo pedido, la cual se utiliza para posponer conductas impensadas ante situaciones conflictivas, y se explicó el modo de proceder para tratar de solucionar pugnas en lugares alternos a donde se susciten.  En el artículo previo se inició la exposición de ciertos mitos o creencias erróneas que fomentan manejos inapropiados del enojo como, por ejemplo, la supresión exagerada del mismo.  Proseguiremos ahora con una aclaración importante acerca del uso que se ha hecho de la palabra supresión y con el examen de los mitos relacionados al coraje.

Puede ser que alguien haya confundido el uso que se dio en el artículo anterior al término supresión y pensara que suprimir pudiera significar también posponer o aplazar la ira en un momento dado, tornándose entonces en una forma muy apropiada de lidiar con ella.  Por esto aclaramos que el vocablo se utilizó para referirse a los esfuerzos que algunas personas realizan por eliminar el coraje, destruirlo y ahogarlo.  Posponer o aplazar la manifestación del enojo para procesarlo a solas con calma y decidir el modo más constructivo de canalizarlo fue un procedimiento recomendado en los primeros dos artículos de la serie porque sí puede ser muy efectivo.  De hecho, aprovechamos para añadir aquí que, durante este procedimiento, hay ocasiones en que el enojo suele disiparse cuando el individuo se percata de que su ira es reflejo de una susceptibilidad suya y en realidad no un resultado de las acciones de la otra persona.  Veamos un ejemplo.

En una reunión familiar, un primo, quien tiene el complejo de vestir mal (aunque en verdad viste adecuadamente), se siente muy molesto con su prima porque ésta criticó la camisa que su propio marido tenía puesta, ya que estaba descolorada por demasiado uso y no encajaba con los pantalones nuevos que él tenía.  Enojado, el primo piensa: “Esta primita mía, siempre con las puyitas. Se cree que yo soy idiota y no me doy cuenta de que no le gusta la mi manera de vestir, y me viene con la indirecta de criticar al marido cuando en verdad se refiere a mí.  Pero que cará, no le diré nada porque yo sé que visto fatal y, además, no voy a formar un revolú aquí. Le pondré pichón al asunto.” Lo que este hombre hizo fue suprimir su coraje, no posponer su manifestación.  Si hubiese aplazado la expresión de su enojo para, consciente de su complejo sobre su forma de vestir, examinarse y analizar la situación de un modo realista e imparcial (como se explicó al exponer la técnica del tiempo pedido), hubiese podido percatarse de que el comentario de su prima no era puyita alguna hacia él y que era correcto en cuanto a la camisa del marido de ella.  Ese darse cuenta, probablemente hubiese sido suficiente en sí mismo para despejarle el coraje.  Continuamos ahora con la exposición de los mitos del coraje.

“Si tú quieres que te respeten, tienes que respetar”.  Esta creencia muy generalizada en nuestra isla se inculca desde la niñez, con muy buenas intenciones, en todos los niveles sociales. Como tal, no es una idea completamente errónea.  Sin embargo, presenta varios problemas que la transforman en un mito.  Entre ellos está el hecho de que ser respetuoso no asegura que los demás lo serán con uno.  Además, indirectamente comunica a su vez la idea de que la falta de respeto está permitida hacia uno cuando faltamos el respeto y hacia el otro cuando nos lo falta.  Una gran dificultad que tiene esta idea es que propende a convertir la dilucidación de conflictos en una serie de ataques y contraataques irrespetuosos que usualmente conducen al deterioro de una relación, su rompimiento o a la agresión física.  Tan pronto se “chispotea” alguna falta de respeto hacia el adversario en una discusión, éste reacciona con otra (porque siente que no le debe respeto alguno al primero debido a que aquél se lo ha faltado ya) y así la hostilidad puede continuar intensificándose gradualmente, como el crescendo en una pieza de música clásica, hasta que la irrespetuosidad llegue a la agresión física.

Es cierto que respetar aumenta las probabilidades de que nos respeten, pero el ser humano no tiene control absoluto de su comportamiento ni es perfecto, de manera que siempre existe la posibilidad de que se conduzca irrespetuosamente aun sin provocación.  La persona que le falta el respeto a uno en un momento dado sigue siendo humana, sigue teniendo sentimientos, deseos, necesidades, opiniones e imperfecciones como las tenemos todos.  Creer que se justifica devolver una falta de respeto con otra es suponer, incorrectamente, que los sentimientos, deseos, necesidades y opiniones de la otra persona pierden su valor o dejan de existir al faltarnos ella el respeto; presume, igual de erróneamente, que somos perfectos y que como tales podemos reaccionar con absoluto derecho a no respetarla.  El análisis hecho sobre algunas de las dificultades que genera la creencia de que “si tú quieres que te respeten, tienes que respetar” subraya la necesidad de buscar otras alternativas para inducir la actitud de respeto en las personas.

En la opinión de este autor una manera más efectiva de infundir el respeto es cultivando la empatía, es decir, la capacidad de ponerse genuinamente en los zapatos de la otra persona, tratar de ver las cosas como la otra las ve y entender lo que piensa y siente aunque se discrepe de ella.  La empatía genera tolerancia y paciencia con los demás, permitiendo mantener la actitud de respeto hasta en las circunstancias en que es retada con mayor fuerza.

Con estas reflexiones sobre el respeto y la empatía finalizamos la serie de artículos sobre el manejo del coraje.  Esperamos que la serie haya sido de ayuda a los lectores en su lucha con esa emoción tan fundamental y tan mal entendida como lo es el coraje.

                                                                           La Recuperación de la Esperanza
"La esperanza no es ni realidad ni quimera.  Es como los caminos de la Tierra: sobre la Tierra no había caminos; han sido hechos por el gran número de transeúntes."
Lu Xun

Son múltiples las fechas, los momentos, las ocasiones en la vida que aprovechamos para encender la luz de nuestra esperanza.  El día de cumpleaños, la graduación de estudios y el comienzo del año nuevo, son solamente algunos de los eventos que tantas personas tomamos como arranque inspirador para la realización de metas, sueños o proyectos, y que nos sirven como señales de esperanza de cambios favorables no solamente en el ámbito personal sino también en diversas circunstancias de nuestro mundo.  Lamentablemente es muy frecuente que, al pasar los días subsiguientes al designado como punto de partida, las esperanzas se vayan derrumbando al ver que no se logran las expectativas.  Y que poco a poco se vaya pasando de la brillante esperanza a la oscura decepción.  No es raro que muchos terminen escépticos o agriamente cínicos, con poca o ninguna esperanza, cuando este proceso desilusionante se repite en sus vidas y, en adición, tienen otras experiencias de desengaño.  Me resulta sumamente preocupante la pérdida de la esperanza, esa experiencia tan esencialmente humana, tan crucial para nuestra existencia individual y colectiva, que nos provee fuerza insospechada ante la adversidad y energía continua para convertir quimeras en realidad.  Deseo en estas líneas compartir algunas reflexiones sobre este asunto, con la esperanza de que puedan serle de utilidad al lector en sus esfuerzos por reforzar, mantener y, quizás, en algunas instancias, recuperar su esperanza.
Dicen que “lo último que se pierde es la esperanza”.  Y creo que este dicho, cuando se refiere a una actitud general de esperanza ante la vida, encierra mucha verdad y sabiduría.  Tener esperanza es esencial para la felicidad humana.  Sentir que es posible aquello que deseamos nos mantiene optimistas, motivados y con la capacidad de sentir alegría y bienestar.  Ante la incertidumbre y los aprietos, la esperanza provee la calma necesaria para enfocarnos en las circunstancias y hacer lo que esté en nuestras manos para lograr los resultados deseados.  A su vez, la esperanza también nos infunde la paciencia requerida para esperar por el desenlace, permitiéndonos poner en “baño de María” la situación y proseguir naturalmente con nuestra vida.
No obstante, cuando se exhorta a conservar la esperanza en situaciones específicas en las que a todas luces no se justifica mantenerla, lo que se hace es alentar esperanzas ilusas, las cuales fomentan en el individuo un proceso psicológico contraproducente que conduce a la desesperanza absoluta.  Las famosas “falsas esperanzas”, o la “esperanza inútil” como dice la vieja canción, impiden que las personas se preparen emocionalmente para desenlaces desfavorables.  Estos las toman por sorpresa, golpeándoles su seguridad y fe en la vida, apagando su esperanza.  La acumulación de desengaños derivados de esperanzas falsas termina por eliminar su esperanza de un modo absoluto.  Y vivir sin esperanza es la triste condena a una especie de muerte en vida en la que prevalece en el ánimo la apatía, la pereza, la indolencia y el desgano.

Para evitar la amarga pérdida de la esperanza es importante saber manejarla con sensatez. Tenemos que abandonar la actitud de esperanza ilusoria y falsa.  Al encarar las situaciones es primordial evaluar cuidadosa y realistamente la información que nos llegue, tanto la que sea a favor como la que sea en contra de lo que deseamos, porque esto permite que nuestra esperanza se intensifique o atenúe, preparándonos emocionalmente mejor para lo que finalmente ocurra.  Si el desenlace fuera negativo estaríamos entonces más listos para aceptarlo, pues lo más probable es que ya lo anticipáramos y nuestras esperanzas fueran mínimas.  En cierta medida esto es lo que le ocurre a los familiares de personas que mueren luego de periodos relativamente largos de enfermedad y agonía.  Al morir el ser querido sienten y expresan su dolor, pero usualmente no se descontrolan, e indican que ya esperaban el deceso.  La actitud de aceptación es la que nos facilita la resignación y ésta la que nos abre el camino para aprender positivamente de lo ocurrido.  Así vamos asimilando la experiencia y haciendo los reajustes convenientes para enfrentar con mayor efectividad eventos posteriores de carácter similar.

La esperanza es una expresión exclusiva de la condición humana.  Perderla no solamente empobrece la calidad de nuestra existencia sino que la deshumaniza.  Tengo la esperanza de que las reflexiones que he compartido aquí hayan contribuido en cierta medida a evitar o detener este proceso deshumanizante que algunos de nuestros lectores pudieran estar viviendo.  Conozco el buen sentido común, la inteligencia natural, y la educada también, que tenemos los puertorriqueños; sé de nuestras ansias, determinación y fuerza por mejorar nuestra vida como individuos y como sociedad.  Sobre ese terreno deposito las semillas de estos pensamientos, en él se basa mi esperanza.

"Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano."
Martin Luther King
                                                

                                                                                                                            







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